Día 8: Bari

El despertador sonó a las 8, no había prisa, ni había que coger trenes, iba a ser un día tranquilo; tras las duchas y el desayuno, salimos pasadas las 10.

El día estaba fresco, nuevamente íbamos a BARI VECCHIA, a seguir callejeando más o menos lo que nos quedaba por ver; pasear por estas calles es algo que me gustó mucho en este viaje. Nos recordaba un poco a Nápoles, pero con menos tráfico, mucho más tranquila, y mucho más laberíntica, incluso muchos callejones no tienen salida.

Cattedrale di San Sabino





Cosas de Italia, un altar y bajo el tendedero

Sin saberlo llegamos a un rincón que nos encantó y que no sabíamos de su existencia, PIAZZETTA SANTA MARÍA DEL BUON CONSIGLIO, con unas ruinas romanas en medio del casco viejo, que fueron toda una sorpresa.




También paseamos por el LUNGOMARE, por la parte que está más cerca del centro histórico.



Sobre las 12, el día seguía bastante fresco, así que decidimos que ya era hora del vermú; en La Cantina dello Zio, como no, pedimos unos Aperol Spritz. Y como no había mucha hambre para comer, decidimos picotear algo aquí mismo; los dos Aperol Spritz, un par de cervezas y dos tablas costó 26 €.


Que tabla más rica!!!.

El motivo de no comer mucho, también fue, que dejamos un hueco para tomarnos un buen postre, en Martinucci Laboratory (la misma cadena que estuvimos en Alberobello), pedimos una tarta de fresa y un banana Split, junto con un capuchino y espressino, nos costó 12’80 €.



Luego ya dimos la ciudad por vista, además el aire era cada vez más frío, así que decidimos volver a casa; yo me eche una buena siesta, me estaba empezando a doler la garganta y eso quería decir que el resfriado se acercaba.

La tarde fue lluviosa, así que decidimos quedarnos en casa, entre la tele y whasapear con los amigos se nos hizo llevadera. Ni salimos a la calle a cenar, como no teníamos hambre, y con las provisiones de galletas, papas, refrescos y cervezas, nos quedamos tan ricamente.

No nos enteramos mucho de la lluvia porque la casa da a un patio interior muy tranquilo y teníamos todas las ventanas bien cerradas; lo que sí estaba claro es que venía una ola de frío para los días siguientes, que por allí llamaban Burian.

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